Por Fabiola H.
Era alrededor
de 1992 el año en el que gracias a mi
hermana Marbella, que cursaba la preparatoria, escuchábamos a Guns and Roses
diariamente. No había escapatoria en el ala del departamento donde mis dos
hermanas y yo teníamos nuestras habitaciones.
Mi otra hermana, Orquídea, que en ese momento estudiaba una ingeniería
en la Universidad, se enojaba pues los estridentes solos de Slash desviaban su atención mientras estudiaba
microbiología. La recámara de Marbella estaba
cubierta de pósters, recortes de periódicos y demás afiches. Era un museo de
Guns and Roses que fascinaba y encolerizaba a mi padres al mismo
tiempo. Mientras los días
transcurrían, pasábamos las tardes frente a la televisión con la videocasetera lista esperando que November
Rain hiciera su aparición para correr y presionar REC.
Yo tendría
unos 11 años a lo mucho, me deslumbraba la rebeldía de aquellos músicos que con sus
cabellos largos, aretes y tatuajes, retaban a los más conservadores y ponían a
mi papá con los pelos de punta. En ese momento tenía vagas nociones del inglés,
no entendía ni una palabra de lo que decían, además, las letras eran demasiado
adultas para comprenderlas, sin embargo, sus melodías eran tan pegajosas y los
videos tan cursis que embelesaban a cualquier joven puberta y que decir de los shorts ajustados, el cabello
perfectamente alaciado de Axl, su baile
de la “serpentine”, la interrogante ¿Cómo es el rostro de Slash? así como el cabello oxigenado de Duff McKagan; siempre
rodeados de super modelos, esas chicas
con cigarillos de piernas largas y tremendos implantes que no podían faltar a
lado suyo. Al crecer en una familia
ultra conservadora, la idea de pertenecer a ese grupo de trangresores resultaba bastante seductora.
Con tantos
cambios en la vida adolescente, la impresión de que las cosas pequeñas de la
vida siempre seguirán ahi, que la vida no cambia, nunca nos dimos cuenta que
Guns and Roses de pronto dejaría de existir después del tremendo fracaso de The
Spaghetti Incident. Fue una gran desilusión
pues sólo tenía una canción digerible para las niñas fresas como nosotras que con
sabernos Since I don´t have you, nos sentíamos redimidas como fans.
La escena
del rock mermaba poco a poco dejando su lugar en MTV al
grunge, las boy bands, las girl
bands y todo lo que siguió. A los rockeros no les quedó más que reinventarse como
los Chilli Peppers, retirarse dignamente, resignarse a pertenecer a los
clásicos o caer en lo patético. Guns and Roses optó por desaparecer después de
varios problemas internos debido a las drogas, mujeres, alcoholismo, actitudes
o simplemente hartazgo.
Algunos años
después, Axl reapareció, pero una reunión parecía imposible. Él mismo respondió al ser cuestionado sobre un posible
reencuentro con Slash: “No en esta vida”
(Not in this lifetime).
Y volvieron a pasar los años, me casé, tuve hijas, me fui a vivir a Melbourne, Australia, comencé
a arrugarme, a tener canas, mi papá aprendió
a ignorar a los greñudos que tanto
odiaba, mi hermana se hizo toda una ejecutiva, Axl también cambió bastante fisicamente pero la música de Guns and Roses siempre siguió tan presente como
cuando grabábamos los videos y los
especiales como Unplugged. Sus canciones ilustran perfectamente varios episodios de mi vida y
así, sin pensarlo ni quererlo, se han convertido en parte de mí. Si mi vida
tuviera un soundtrack, Guns and Roses tendría los mayores créditos.
Hace un par de años vino Axl a Melbourne con “su” Guns and Roses y fuí con
mi esposo. Axl se veía completamente fuera de forma, desconectado y la
audiencia era muy pequeña. Yo como buena fan, me sentí muy contenta de estar ahi.
Grité, canté y jamás me imagine que en unos
años pasaría lo inimaginable
Los rumores sobre una posible reunión que coincidía con el divorcio de Slash aumentaron. Varias
dudas comenzaron a despejarse y la villana se volvió Perla Hudson, la ex esposa de Slash, para mí, fue
la causante de una de nuestras mayores alegrías, si no hubiera desbaratado a la
banda, jamás habria ocurrido este encuentro mágico, probablemente Guns sería
una banda patética como Poison ahora, que toca en rodeos y hace realities para
permanecer vigente.
Después de mucha especulación, Axl, Slash y Duff anunciaron al mismo tiempo que
Guns and Roses estaría en Coachella. Lloré, grité, brinqué y esperé el día pero
había un dejo de desilusión. ¿POR QUÉ COACHELLA? Un festival de hipsters que no
tendrían la más mínima idea de las leyendas que estarían viendo y que
efecivamente al llegar el día, no
supieron como reaccionar con Whole Lotta Rosie, ignoraron el famoso grito de Angus!
después del riff cuando el guitarrista de ACDC subió para deleitarlos sin merecerlo.
Pero estamos hablando de Guns, una banda completamente extraordinaria, su regreso a los escenarios no iba a ser tan vulgar como un festival de música para adolescentes. Guns decidió reunirse por primera vez en el lugar que los vió nacer, con una audiencia pequeñísima de verdaderos fans en un bar de mala muerte llamado The Trovadeaur. Hubo mucho hermetismo, todos estábamos al pendiente de alguna imagen o video grabado clandestinamente, sólo nos enteramos que tocaron bien y que Axl se fracturó un dedo del pie, lo que lo llevó a presentarse con el pie enyesado sentado en el trono de Dave Grohl en todos los conciertos que siguieron.
Pasaron
varios meses sin saber si vendrían a Down Under. Se presentaron en mi México,
vi con celos a todos mis amigos disfrutando del concierto a través de sus posts en
las redes sociales. Unos meses después,
llegó el día en que tuve en mis manos los boletos para verlos en
Melbourne Cricket Ground. Era un sueño y más sueño que al pagar los boletos
recibimos un upgrade automático a la
siguiente sección del estadio. Estaríamos relativamente cerca, pero yo, con el
hecho de estar ahí, en su único show de Melbourne me daba por bien servida
aunque me hubiera tocado en las
pajareras.
Llegó el 14
de febrero de 2017, me puse mi playera
de Guns and Roses y llegamos al MCG, vimos a Wolfmother primero; nos decepcionó
bastante el sonido. Daba la impresión de estar escuchando a unos músicos de
garage rockeando en un festival escolar. El MCG estaba medio vacío. Ignorábamos
que se llenaría y que sería uno de los conciertos más concurridos en la historia
del MCG. Cerca de las nueve de la noche, la voz de Mcbob, su roadie de hace 30
años, gritó SYDNEY!! Seguido por un
fuerte abucheo de la concurrencia y es que no hay peor insulto para un
Melbourniano que compararlo con un Sydneysider, peor aún, confundir las
ciudades.
It´s so
Easy fue la primera canción, después no sé, me perdí y me reencontré llorando
emocionada mientras tocaban Estranged. Era mi sueño musical, una de las cosas
que tenía que hacer antes de morir, mi canción favorita y Axl, Slash y Duff en frente
de mi, frente a un estadio lleno que coreaba todas sus canciones. Todos los presentes,
de entre 30 y 50 años no dábamos crédito a lo que veíamos. Nuestras voces se
unieron varias veces, la piel se enchinaba al escuchar al MCG retumbar con Knocking on
Heavens Door o Live and let die, aplaudíamos
al ver a Slash dando vueltas, a Axl haciendo sus pasos tan característicos y a
Duff tocar punk. Angus se unió a la fiesta e hizo estallar al MCG, yo creo que nadie en el mundo podría haber apreciado ese momento como los australianos lo hicieron. La noche llegó a su fin con una explosión increíble de fuegos
artificiales mientras coreábamos al unísono Paradise City.
Salimos de ahi apresurados para tomar el último tren a los suburbios. Aún sin creer lo que habia pasado me dormí en el trayecto a casa. Hoy, veo los videos que torpemente grabé ayer para cerciorarme que esto ocurrió y que estuve frente a ellos. Que al ritmo del heavy metal el tiempo se hizo nada una una vez más, tres horas o 25 años, da igual. Hoy me doy cuenta que la nostalgia es parte de la vida misma y del proceso de crecer, que daría cualquier cosa por estar frente al televisor con mi hermana esperando algún video que grabar mientras mi papá nos grita exasperado:¡ Quiten esos pinches greñudos! en tanto que mi mamá en la cocina hace magia con los ingredientes para deleitarnos con sus platillos que eran parte del día a día y que ahora son sólo un recuerdo preciadísimo y al pensarlo, imagino que mi hermanito no ha crecido y sigue jugando a los playmobil mientras se chupa el dedo pulgar, que mi otra hermana limpia sus lentes para seguir estudiando, que nuestra mayor preocupación es que el locutor hable antes de terminar la canción que estamos grabando en Radioactivo, que seguimos soñando como en esos años, que somos jóvenes y libres, que nuestra vida no se acaba lentamente...
Salimos de ahi apresurados para tomar el último tren a los suburbios. Aún sin creer lo que habia pasado me dormí en el trayecto a casa. Hoy, veo los videos que torpemente grabé ayer para cerciorarme que esto ocurrió y que estuve frente a ellos. Que al ritmo del heavy metal el tiempo se hizo nada una una vez más, tres horas o 25 años, da igual. Hoy me doy cuenta que la nostalgia es parte de la vida misma y del proceso de crecer, que daría cualquier cosa por estar frente al televisor con mi hermana esperando algún video que grabar mientras mi papá nos grita exasperado:¡ Quiten esos pinches greñudos! en tanto que mi mamá en la cocina hace magia con los ingredientes para deleitarnos con sus platillos que eran parte del día a día y que ahora son sólo un recuerdo preciadísimo y al pensarlo, imagino que mi hermanito no ha crecido y sigue jugando a los playmobil mientras se chupa el dedo pulgar, que mi otra hermana limpia sus lentes para seguir estudiando, que nuestra mayor preocupación es que el locutor hable antes de terminar la canción que estamos grabando en Radioactivo, que seguimos soñando como en esos años, que somos jóvenes y libres, que nuestra vida no se acaba lentamente...
No hay comentarios:
Publicar un comentario