¿Alguna vez escuchaste que Tokio está lleno de botones y luces? ¡Es
cierto! En esta ciudad se han desarrollado en perfecta sincronía la
modernidad y la tradición; desde templos de madera hasta rascacielos de
cristal. Hay tantas cosas qué ver y hacer, que será mejor que planees
varios días para recorrer esta ciudad. Eso sí, también es necesario
saber a dónde quieres ir y medir las distancias porque el costo del
transporte puede causar problemas a tu presupuesto.
El mejor medio para transportarse es el metro; aunque tardarás un poco en acostumbrarte. El primer día estuve parado casi 30 minutos viendo las hordas de gente pasar. Me quedé a la mitad de un pasillo viendo los colores de las líneas, las diferentes entradas a las plataformas, las 20 bifurcaciones del pasillo principal, todos esos signos japoneses. Gente iba, gente venía, y yo con mi maleta, a la mitad de todos, sin rumbo, sin esperanza (bueno, quizá ya exageré). Sucede que en Tokio hay tres sistemas de trenes: el Metro de Tokio, operado por dos compañías y el sistema de trenes suburbanos. Obviamente los boletos no son intercambiables, a menos de que compres una tarjeta recargable (una de ellas se llama Pasmo). A todo esto hay que sumarle que el cobro se hace por distancia: entre más lejos vayas pues más pagas. También tienes que fijarte en si te subes a un tren local o uno express porque pudiera ser que no se detenga en tu parada. ¿Crees que es todo? ¡No! también está el sentido de circulación. Yo recomiendo ampliamente no asomar la cabeza a ver si ya viene el tren porque podrías terminar decapitado por el tren que llegó por tu espalda. Es el mismo sentido que se utiliza en Reino Unido, Australia, India, Hong Kong, etc.
Es toda una
aventura. Nunca sabes qué ruta tomará, por qué si vas hacia el sur se
fue hacia el norte, cómo es que estabas en la plataforma derecha y el
tren llegó por la izquierda, por qué si estás en la línea roja pasó el
tren de la línea verde. El punto es que si sigues las instrucciones,
llegarás. Es casi mágico; quizá en los túneles hay hoyos
teletransportadores que se comunican cual agujero de gusano, quizá
Godzilla juega con los trenes y los cambia de posición. Tal vez hayas
subido al gatobús disfrazado de tren. Nada se sabe, ¡Bienvenido a Tokio!
Perdón
que insista pero debes de saber que al principio sufres una fuerte
desorientación; te norteas vaya, como decimos en México. En una ocasión,
con unos amigos, tomamos un tren para ir de visita a un castillo.
Digamos para efectos prácticos que nos fuimos hacia el norte y de
regreso, ¿qué sería lo más lógico? Obvio, nos paramos en la plataforma
sur, pero el guardia comenzó a decirnos que nos quitáramos de ahí porque
el tren no pasaría. ¡Ja! Lo redacto como si de veras hubiera entendido.
Eso me hizo creer mi cerebro, quizá solamente estaba conjurando alguna
especie de maldición japonesa digna de película de terror nipona. En
fin, llegó el tren del otro lado; el tren que NO queríamos abordar.
Todos a través de las ventanillas nos veían extrañamente y además del
guardia otras personas nos hicieron señas de que tomáramos el tren. --
Pero nosotros no vamos hacia allá-- le expliqué mientras movía mi mano
señalando la otra dirección. Pero la presión social es fuerte e incluso
el maquinista nos veía con desesperación, vio su reloj de bolsillo y
suspiró --¡turistas!-- debió de haber pensado. Pues sí, qué pena
admitirlo pero ese fue el triste día en que contribuimos a la mala
imagen del turista, el día que retrasamos uno de los trenes de tan
puntual sistema ferroviario de Japón. ¿Que si llegamos? ¡Claro que
llegamos!, les digo que ya adentro alguna presencia espiritual se
encarga de redireccionar los trenes.
Por cierto que el primer
día, mientras tratábamos de entender cómo funcionaba la red, nos
encontramos con unos trabajadores del metro, muy amables y chistosos,
que nos dieron una hoja y una pluma para llenar una encuesta sobre
nuestra experiencia en el metro de Tokio; y es que como se están
preparando para la llegada de los turistas a los juegos olímpicos, las
autoridades comienzan a prepararse y prever cualquier eventualidad. Nos
acercamos a ellos en un intento desesperado de pedir ayuda, nuestra
mirada gritaba “no sé qué hago aquí, ayúdame por favor” pero segundos
antes del intercambio de palabras, ellos nos bombardearon con una serie
de preguntas en un inglés fusionado con la pronunciación nipona que
finalizó en señas y reverencias cada que escribíamos algo en el papel.
Las preguntas incluían comparaciones entre el sistema de transporte de
tu país contra el de Tokio y pues ya entrados en materia, nos dedicamos a
contestar como los eruditos que éramos con toda la esperanza de poder
quedarnos con la pluma y así conquistar nuestro primer recuerdo de la
tierra del sol naciente.
Entenderle a la máquina expendedora de
billetes te puede costar varios minutos pero no te preocupes, los
japoneses son muy pacientes; y si no lo son por lo menos ni te enterarás
de que en su cabeza te están enterrando en el mismo pozo de donde salió
la niña del aro porque su expresión permanece inmóvil. En algunas es
muy visible el botón que dice inglés, a otras hay que rascarles un poco.
Si te pasas de estación y decides salirte o tu ruta cambia a la mitad,
no podrás salir de la estación por aquello de que, ya quedamos, el costo
depende de la distancia. En todo caso, dentro de todas las estaciones
hay una máquina llamada “ajuste de tarifa” donde te formas con toda la
honestidad de tu ser a decirle a la máquina que has viajado unos metros
de más y que mereces el castigo divino y la reevaluación del costo de tu
billete. Una vez validado tu billete podrás salir sin ningún problema
pero yo sugiero, para evitarte el problema de hacer fila en la máquina
del juicio metropolitano, llevar siempre tu tarjeta con saldo a favor y
permitir que el sistema calcule automáticamente el costo.
Una amiga, de cuyo nombre no quiero acordarme y a quién tampoco quiero quemar socialmente, ya ven que la quema virtual de brujas es muy común hoy en día, metió su tarjeta en el traga-billetes, en lugar de pasarla por el lector de tarjeta. Obviamente la máquina se descompuso y causó gran revuelo entre los usuarios, quienes empezaron a quejarse de que un torniquete no servía, causando el retraso de su viaje (En Japón todo gira en torno al tiempo o el retraso de los eventos). Olvida la descompostura, el horror de saber que tenía que volver a la máquina expendedora de tarjetas para volver a comprar otra, después de haber pasado varios minutos intentando descifrar el códice chino-japonés de Confucio para hacerse de una.
¡Hay tantas cosas qué contar! Y
sólo estamos hablando de los trenes eh. Dato cultural, en japón también
hay un vagón exclusivo para mujeres. Lo supe por dos cosas: 1) las
huellitas de los pies dibujadas en el piso, que marcan el lugar donde
debes de pararte para evitar estorbar la salida de los pasajeros, son de
color rosa, y 2) Una día ya un poco tarde, subí a un vagón que tenía
muchos asientos disponibles cuando, sin haber acabado de sentarme, uno
de lo guardias se acercó a mí y me corrió cual perro callejero haciendo
señas con las manos; podría jurar que a ritmo de úshcale o sáquese o
como quiera que digan en su pueblo. Obviamente mi cerebro occidental no
entendió lo que estaba pasando y simplemente me recorrí unos asientos
más. Pensé que me había sentado en un lugar reservado para personas de
la tercera edad y que aunque el vagón estaba vacío, seguramente la regla
mil ochomil del reglamento de transportes de la carta del buen
ciudadano japonés, en sus versículos del 3 al 8 dice: “ninguna persona
debe de ocupar el asiento reservado aún siendo el único pasajero en todo
el tren”. ¡Pero no! Aún cuando me recorrí, el guardia me escoltó tres
vagones más hacia el final del tren mientras ponía su cara de “hueles
feo”, acompañada de los brazos cruzados aproximadamente a la altura de
la cara; aparentemente la seña nacional para decir que no.
Y hablando de señas, fíjate bien cuando llega el tren y cuando se va. Verás las reverencias de los guardias que esperan la llegada del tren y en la última parte de éste, hay un guardia que se asoma y hace un saludo tipo militar hasta que el tren abandona la plataforma.
En
fin, en otra ocasión les contaré sobre los lugares que pueden visitar
una vez que hayan dominado el metro de esta gran ciudad. Aquí les dejo
el mapa del metro de Tokio; en la página podrán descargar una versión
.pdf en español. Si tu plan es conocer otras ciudades además de Tokio,
te conviene comprar un pase de tren, conocido como Japan Rail Pass (JPR). Con este pase podrás moverte entre ciudades e incluso dentro de
Tokio, pero recuerda combinarlo con el metro porque el JPR solo tiene
estaciones en los lugares más concurridos y quizá tengas que caminar
mucho desde o hacia tu hotel.
¡Hasta la próxima!
Dante R.