domingo, 19 de febrero de 2017

No podrás creer todo lo que hay qué saber para poder tomar el metro en Tokio


¿Alguna vez escuchaste que Tokio está lleno de botones y luces? ¡Es cierto! En esta ciudad se han desarrollado en perfecta sincronía la modernidad y la tradición; desde templos de madera hasta rascacielos de cristal. Hay tantas cosas qué ver y hacer, que será mejor que planees varios días para recorrer esta ciudad. Eso sí, también es necesario saber a dónde quieres ir y medir las distancias porque el costo del transporte puede causar problemas a tu presupuesto.



El mejor medio para transportarse es el metro; aunque tardarás un poco en acostumbrarte. El primer día estuve parado casi 30 minutos viendo las hordas de gente pasar. Me quedé a la mitad de un pasillo viendo los colores de las líneas, las diferentes entradas a las plataformas, las 20 bifurcaciones del pasillo principal, todos esos signos japoneses. Gente iba, gente venía, y yo con mi maleta, a la mitad de todos, sin rumbo, sin esperanza (bueno, quizá ya exageré). Sucede que en Tokio hay tres sistemas de trenes: el Metro de Tokio, operado por dos compañías y el sistema de trenes suburbanos. Obviamente los boletos no son intercambiables, a menos de que compres una tarjeta recargable (una de ellas se llama Pasmo). A todo esto hay que sumarle que el cobro se hace por distancia: entre más lejos vayas pues más pagas. También tienes que fijarte en si te subes a un tren local o uno express porque pudiera ser que no se detenga en tu parada. ¿Crees que es todo? ¡No! también está el sentido de circulación. Yo recomiendo ampliamente no asomar la cabeza a ver si ya viene el tren porque podrías terminar decapitado por el tren que llegó por tu espalda. Es el mismo sentido que se utiliza en Reino Unido, Australia, India, Hong Kong, etc.

Es toda una aventura. Nunca sabes qué ruta tomará, por qué si vas hacia el sur se fue hacia el norte, cómo es que estabas en la plataforma derecha y el tren llegó por la izquierda, por qué si estás en la línea roja pasó el tren de la línea verde. El punto es que si sigues las instrucciones, llegarás. Es casi mágico; quizá en los túneles hay hoyos teletransportadores que se comunican cual agujero de gusano, quizá Godzilla juega con los trenes y los cambia de posición. Tal vez hayas subido al gatobús disfrazado de tren. Nada se sabe, ¡Bienvenido a Tokio!


Perdón que insista pero debes de saber que al principio sufres una fuerte desorientación; te norteas vaya, como decimos en México. En una ocasión, con unos amigos, tomamos un tren para ir de visita a un castillo. Digamos para efectos prácticos que nos fuimos hacia el norte y de regreso, ¿qué sería lo más lógico? Obvio, nos paramos en la plataforma sur, pero el guardia comenzó a decirnos que nos quitáramos de ahí porque el tren no pasaría. ¡Ja! Lo redacto como si de veras hubiera entendido. Eso me hizo creer mi cerebro, quizá solamente estaba conjurando alguna especie de maldición japonesa digna de película de terror nipona. En fin, llegó el tren del otro lado; el tren que NO queríamos abordar. Todos a través de las ventanillas nos veían extrañamente y además del guardia otras personas nos hicieron señas de que tomáramos el tren. -- Pero nosotros no vamos hacia allá-- le expliqué mientras movía mi mano señalando la otra dirección. Pero la presión social es fuerte e incluso el maquinista nos veía con desesperación, vio su reloj de bolsillo y suspiró --¡turistas!-- debió de haber pensado. Pues sí, qué pena admitirlo pero ese fue el triste día en que contribuimos a la mala imagen del turista, el día que retrasamos uno de los trenes de tan puntual sistema ferroviario de Japón. ¿Que si llegamos? ¡Claro que llegamos!, les digo que ya adentro alguna presencia espiritual se encarga de redireccionar los trenes.

Por cierto que el primer día, mientras tratábamos de entender cómo funcionaba la red, nos encontramos con unos trabajadores del metro, muy amables y chistosos, que nos dieron una hoja y una pluma para llenar una encuesta sobre nuestra experiencia en el metro de Tokio; y es que como se están preparando para la llegada de los turistas a los juegos olímpicos, las autoridades comienzan a prepararse y prever cualquier eventualidad. Nos acercamos a ellos en un intento desesperado de pedir ayuda, nuestra mirada gritaba “no sé qué hago aquí, ayúdame por favor” pero segundos antes del intercambio de palabras, ellos nos bombardearon con una serie de preguntas en un inglés fusionado con la pronunciación nipona que finalizó en señas y reverencias cada que escribíamos algo en el papel. Las preguntas incluían comparaciones entre el sistema de transporte de tu país contra el de Tokio y pues ya entrados en materia, nos dedicamos a contestar como los eruditos que éramos con toda la esperanza de poder quedarnos con la pluma y así conquistar nuestro primer recuerdo de la tierra del sol naciente.

Entenderle a la máquina expendedora de billetes te puede costar varios minutos pero no te preocupes, los japoneses son muy pacientes; y si no lo son por lo menos ni te enterarás de que en su cabeza te están enterrando en el mismo pozo de donde salió la niña del aro porque su expresión permanece inmóvil. En algunas es muy visible el botón que dice inglés, a otras hay que rascarles un poco. Si te pasas de estación y decides salirte o tu ruta cambia a la mitad, no podrás salir de la estación por aquello de que, ya quedamos, el costo depende de la distancia. En todo caso, dentro de todas las estaciones hay una máquina llamada “ajuste de tarifa” donde te formas con toda la honestidad de tu ser a decirle a la máquina que has viajado unos metros de más y que mereces el castigo divino y la reevaluación del costo de tu billete. Una vez validado tu billete podrás salir sin ningún problema pero yo sugiero, para evitarte el problema de hacer fila en la máquina del juicio metropolitano, llevar siempre tu tarjeta con saldo a favor y permitir que el sistema calcule automáticamente el costo.




Una amiga, de cuyo nombre no quiero acordarme y a quién tampoco quiero quemar socialmente, ya ven que la quema virtual de brujas es muy común hoy en día, metió su tarjeta en el traga-billetes, en lugar de pasarla por el lector de tarjeta. Obviamente la máquina se descompuso y causó gran revuelo entre los usuarios, quienes empezaron a quejarse de que un torniquete no servía, causando el retraso de su viaje (En Japón todo gira en torno al tiempo o el retraso de los eventos). Olvida la descompostura, el horror de saber que tenía que volver a la máquina expendedora de tarjetas para volver a comprar otra, después de haber pasado varios minutos intentando descifrar el códice chino-japonés de Confucio para hacerse de una.

¡Hay tantas cosas qué contar! Y sólo estamos hablando de los trenes eh. Dato cultural, en japón también hay un vagón exclusivo para mujeres. Lo supe por dos cosas: 1) las huellitas de los pies dibujadas en el piso, que marcan el lugar donde debes de pararte para evitar estorbar la salida de los pasajeros, son de color rosa, y 2) Una día ya un poco tarde, subí a un vagón que tenía muchos asientos disponibles cuando, sin haber acabado de sentarme, uno de lo guardias se acercó a mí y me corrió cual perro callejero haciendo señas con las manos; podría jurar que a ritmo de úshcale o sáquese o como quiera que digan en su pueblo. Obviamente mi cerebro occidental no entendió lo que estaba pasando y simplemente me recorrí unos asientos más. Pensé que me había sentado en un lugar reservado para personas de la tercera edad y que aunque el vagón estaba vacío, seguramente la regla mil ochomil del reglamento de transportes de la carta del buen ciudadano japonés, en sus versículos del 3 al 8 dice: “ninguna persona debe de ocupar el asiento reservado aún siendo el único pasajero en todo el tren”. ¡Pero no! Aún cuando me recorrí, el guardia me escoltó tres vagones más hacia el final del tren mientras ponía su cara de “hueles feo”, acompañada de los brazos cruzados aproximadamente a la altura de la cara; aparentemente la seña nacional para decir que no.

Y hablando de señas, fíjate bien cuando llega el tren y cuando se va. Verás las reverencias de los guardias que esperan la llegada del tren y en la última parte de éste, hay un guardia que se asoma y hace un saludo tipo militar hasta que el tren abandona la plataforma.


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En fin, en otra ocasión les contaré sobre los lugares que pueden visitar una vez que hayan dominado el metro de esta gran ciudad. Aquí les dejo el mapa del metro de Tokio; en la página podrán descargar una versión .pdf en español. Si tu plan es conocer otras ciudades además de Tokio, te conviene comprar un pase de tren, conocido como Japan Rail Pass (JPR). Con este pase podrás moverte entre ciudades e incluso dentro de Tokio, pero recuerda combinarlo con el metro porque el JPR solo tiene estaciones en los lugares más concurridos y quizá tengas que caminar mucho desde o hacia tu hotel.


¡Hasta la próxima!


Dante R.