miércoles, 1 de marzo de 2017

Acampar... ¿yo?

Hace 10 años acampé por primera vez. La idea no me agradaba del todo. No hay baño, regadera, cama cómoda, calefacción o aire acondicionado; la comida enlatada, sopas instantáneas, ¡guau! ¡Suena a unas vacaciones soñadas! Pues no... Al menos eso era lo que yo me imaginaba y que está muy distante a ser lo que en verdad es. Los australianos se las han ingeniado para hacer del campismo una actividad placentera. Los campamentos tienes regaderas, baños, lavandería, mini super y un montón de cosas que simplemente te perderías en un hotel como ver las estrellas en la noche mientras escuchas a las olas golpear la playa, a la fauna nocturna hacer de las suyas, y sobre todo no tienes que pagar un “upgrade” por tener vista al mar y lo olvidaba... ¡tampoco hay hora de check out!  La libertad que se vive al acampar es única, ese contacto con la naturaleza, esos paisajes infinitos están ahí para recordarnos que no somos más que un grano de arena en una playa inmensa, que hay tantos seres vivos que comparten el mismo espacio con nosotros, que no somos nada, aunque suene a cliché. 

Nuestra tienda de acampar

Después de pasar por un trago amargo en mi trabajo el viernes pasado, decidimos tomar unas vacaciones improvisadas. Nos fuimos a acampar a Wilsons Promontory National Park, ubicado a 3 horas y media de Melbourne. El clima estaba inmejorable, ya estamos despidiendo al verano en estas latitudes así que esta situación cayó como una bendición para aprovechar los últimos rayos de sol de la temporada, y ¡vaya que los aprovechamos! Regresamos un poco quemados, más que quemados diría que regresamos besados por el sol austral. 

Llegamos al “Prom” como le dicen los australianos y para mi sorpresa estaba llenísimo. Hace 10 años que no pisaba el parque. Me quedé con la impresión de un parque semi vacío como el que experimenté hace una década. Dimos varias vueltas hasta que encontramos un espacio. Es importante reservar con anticipación, no queremos que te quedes acampando en pleno bosque. Montamos nuestra casa de campaña como en 20 minutos, nos pusimos nuestros trajes de baño y nos dirigimos a la playa; Hudson's Bay es la playa más cercana a Tidal River, que es el lugar donde se encuentra ubicado el campamento. Para llegar simplemente tomamos un caminito junto a un arroyo hermoso de fondo café, aunque podría asegurar que es un agua casi potable por lo cristalina. La arena tiene una tonalidad obscura pero es muy suave, parece que estas caminando sobre talco. El agua es más caliente que en las otras playas del parque y las olas no son tan altas. Si tienes niños pequeños éste es el mejor lugar para que jueguen pues pueden bañarse en el arroyito que desemboca en el mar. Es todo un espectáculo natural. Después de pasar varias horas jugando, nos dio hambre y nos fuimos a comer. 

Hudson´s Bay
Tidal River
Hay quien lleva el camping aquí a otro nivel; se le conoce como el “glampling” glamorous camping (campamento glamuroso). Tienen celdas solares para sus refrigeradores, estufas de gas, camionetas camper que pasan los 30 mil dólares; para muchos el camping es una cultura. Pero si tienes un presupuesto limitado para esta actividad, no te preocupes, la vieja hielera funciona de maravilla y en los parques hay parrillas que se pueden usar sin costo extra, así que ahí cocinamos casi todos nuestros alimentos. Al llegar, me topé con un olor muy conocido, ¡los chicos que estaban usando la parrilla antes que nosotros eran mexicanos! Y estaban cocinando un alambre (carne de res ensartada en palillos, acompañada de chile, cebolla, etc.) que olía a pura gloria. Es raro encontrarse paisanos por aquí y aún más raro paisanos acampando. Nos saludamos con gusto. 

Glamping
Wilsons Prom tiene varias playas y muchas rutas para caminar. Es recomendable tomarse varios días para explorarlo ya que algunas de las rutas son de hasta 15 kilómetros. Nosotros decidimos tomar una de 2.5 kilómetros a Squeaky Beach. En el camino, dos kookaburras, pájaros nativos, nos dieron un concierto que no pudimos ni grabar por tener nuestros teléfonos cargando en el centro de visitantes (una ligera inconveniencia, la falta de electricidad). Decidimos esperar mejor a que los celulares se cargaran y regresar más tarde con nuestros celulares para no perdernos momentos así, que aunque lo disfrutamos muchísimo, lo podríamos haber grabado. Las kookaburras tienen un graznido muy característico, es como una risa. Tuve un encuentro más con una kookaburra pero no tan agradabale. Fue en las parrillas, ensarté una salchicha en un tenedor y la sostuve cerca de mí, esperando a que se enfriara. De pronto, el animal voló sobre mí y me la arrebató. No ví ni sentí nada mas que el alazo en la cara y el golpe en la mano. ¡Fue en cuestión de segundos! Ni siquiera vi a la kookaburra mientras esperaba sigiliosamente en un árbol el momento oportuno de atacar. Le alcancé a tomar una foto mientras esperaba otro descuido de nuestra parte.

La kookaburra ratera



Regresando a nuestra ruta, después de recoger nuestros teléfonos llegamos a Squeaky Beach. Se llama Squeaky Beach porque al caminar sobre la arena, ésta rechina. Squeaky Beach es una playa de arena blanca formada por cuarzo. La playa es bellísima y está casi desierta, las únicas desventajas de esta playa son que las olas son altísimas, ideales para surfistas que dan un show gratuito y que el agua está helada. Algo que se me quedó muy grabado de la primera vez que fui hace 10 años, fue que al meter la pata al agua, sentí como se me acalambró. ¡Me pasó igual esta vez! Hermosa playa para la foto, para escuchar cómo rechina, para surfear, pero para nadar...no sé, si te gustan los baños con hielos ¡adelante! Además dicen que rejuvenecen la piel. Será el sereno pero no, gracias.






En éste video se puede escuchar claramente como rechina la arena.

 


En la noche, como no hay electricidad, no hay luz, ni tele, ni nada, los teléfonos están descargados y la recepción de internet es bastante mediocre, hay que a dormirse como las gallinas apenas se va el sol. ¡Uy qué divertido es el camping!... ¡No! Es hora de sacar las lámparas y salir a explorar. Nunca sabes que vas a encontrar. Si te gusta ver las estrellas, las constelaciones se aprecian clarísimas, incluyendo la Cruz Del Sur, ícono del pueblo australiano. Incluso algunos personajes folclóricos gustan de tatuársela en sus cuerpos, como cuando alguien se tatúa el escudo nacional.

Se ven los grupos de exploradores recorriendo el lugar y todos tienen algo en mente, encontrar a un wombat. Los wombats son animalitos australianos que parecen ositos en miniatura, son marsupiales y peludos, son animalitos muy tiernos pero tienen unas garrotas tipo Niurka Marcos de horror. Merodean el sitio toda la noche, incluso se recomienda no dejar comida adentro de las tiendas porque pueden rasgarlas y entrar. Salimos pues en una expedición especial a buscar un wombat. La más pequeña del grupo se asustó con la obscuridad así que regresó a la tienda con su papá. Mi otra exploradora y yo continuamos la misión. Encontramos un wombat que bebía agua tranquilamente. No pareció inmutarse ante nuestra lámpara. Regresamos a la tienda y nos dormimos.



El viento estuvo terrible, varias veces desperté sobresaltada, sin embargo nuestra tienda de campaña Coleman resistió el viento sin inmutarse. Juraba que amanecería con una rasgadura pero no. Tristemente llegó el fin de nuestras vacaciones no sin antes echar un vistazo a Whiskey Bay. 

Acampar es libertad. Te olvidas del tiempo, del celular, del mundo...es una actividad ideal si buscas relajarte, reencontrarte contigo mismo y no hay nada mejor que un paisaje sin gente, el estar alejado de la civilización y el ritmo cotidiano te obliga a escuchar tus propios pensamientos y a reflexionar. Citaré a uno de mis autores favoritos, Charles Bukowski. “Yo no odio a la gente, simplemente me siento mejor cuando no están a mi alrededor.”

Whiskey Bay, sin filtros